sábado, 15 de febrero de 2014

1er Encuentro de Familias Adoptantes


Vamos a realizar el primer encuentro nacional de familias adoptantes, indiferentemente de la procedencia de nuestros hijos, tendremos unas charlas, de asistencia voluntaria, una visita al centro histórico de Gandia, visitando el Palau Ducal de los Borgia etc, y espacios de ocio para los más pequeños en la Playa de Gandia.





          Aquí os dejo el programa de actos para el fin de semana del 21 al 23 de marzo de 2014 en  Gandia.
         A continuación os dejo los enlaces de los hoteles, Hotel San Luis*** y el Hotel Principal****


Espero que la des la máxima difusión, nos vemos en…



Os esperamos!!!
 La organización dispondrá de autobuses para  realizar los desplazamientos desde los hoteles al centro histórico.


domingo, 26 de mayo de 2013

Generación adoptada



Generación adoptada



Yao Ferrer Pellicer tiene 20 años y a veces ni siquiera se acuerda de que su aspecto lo evidencia: «¿Cómo lo has sabido?», pregunta a quienes la interrogan sobre su origen chino. Ella es una catalana adoptada en China. No fue la primera en Catalunya: fue la segunda. Tenía 3 años. Ser adoptada extranjera en una sociedad en la que apenas había casos similares le obligó a pagar un precio: la diferencia no se perdona fácilmente. Así que tuvo que aguantar a algún pesado e incluso cambiar de colegio. Pero eso ya es historia: Yao es una catalana más, que ha digerido su experiencia y que explica que no es un proceso sencillo. Hasta hace dos o tres años, cuenta, no llegó a una conclusión positiva: «Vi que no tenia por qué juzgar a mi madre biológica, y dar gracias por que no abortó».
Ahora, los adoptados suelen tener compañeros adoptados en el colegio, cuando no en su clase. Después de Yao llegó el boom de la adopción internacional, que duró una década. Ahora el grueso de los catalanes adoptados en el extranjero están a punto de llegar a la adolescencia. Algunos de los progenitores que han apostado por esta vía hablan de su experiencia, sin esconder la complejidad que puede encerrar, los miedos y la realidad indiscutible de que, al final, los padres de un niño son aquellos que se levantan por la noche cuando despierta con tos, sed, miedo o ganas de ir al lavabo.
ANTES DEL AVIÓN / «La visión de los padres es para los hijos adoptados la de una película empezada: ‘Fuimos a buscarte en avión’. ¿Y antes? El gran miedo erróneo es el miedo a hablar de la familia biológica, de los orígenes. Te fuimos a buscar en avión va bien cuando son pequeños, después ya no. ¿Y antes del avión qué pasó?». Así se explica Francesc Acero, presidente de la Asociación de Familias Adoptantes en China (AFAC).
Él y su mujer, Fina Miró, adoptaron a Abril, que tiene nueve años. «Los padres solemos decir: ‘Adoptamos a una niña. Las hijas suelen decir: ‘Soy adoptada’». Para unos es algo pasado, para otros, presente. Acero habla de la «mochila» de los adoptados, sus vivencias, de la que Yao dice: «Todos la llevan, unos la saben llevar mejor y otros, peor». Fina Miró alude a «la herida que les acompañará toda la vida», la del abandono que sufrieron. Y Yao, a su lado, precisa: «Tienes que intentar cerrarla, que no te haga daño. Primero te da rabia. Quieres saber quiénes eran».
Es el asunto de los orígenes, de si conviene escarbar en ellos. Buscar respuestas. Los interrogados responden de una forma similar: el ritmo lo tienen que marcar los hijos. Que se haga lo que ellos quieran. Algunos quieren escarbar, otros menos. Yao, por ejemplo, ha decidido no mirar atrás: «Corres el riesgo de no sentirte de aquí ni de allí». Pero advierte contra la manipulación: «No hay que decir mentiras». Yao vino con tres años y algo sabe de su vida allí: en su orfanato, con tres años, se ocupaba de niños menores que ella: «Cambiaba pañales, sabía atar zapatos».
Acero advierte de que los orígenes no son solo la familia biológica, también el país, la gente, la cultura. Él apuesta por una edad: cree que si un niño o una niña adoptados no han hablado del tema a los seis años, conviene estimularlo. La suya no quería saber nada de la cuestión hasta que volvieron a China a acompañar a otra familia que iba a adoptar. Ese viaje sirvió para desbloquear el tema. Aunque ha pasado el tiempo, todavía Acero y Abril se topan con la típica señora mayor que, probablemente bienintencionada, proclama gritando: «¿Me entiendes?». Un día el padre se cansó y dijo: «Qué, Abril, ¿le contamos nuestra vida a esta señora?». Y la niña lo miró agradecida, cansada ya de tanta pregunta.
CASOS AISLADOS / Aunque parezca mentira y se trate solamente de casos aislados, todavía quedan, al parecer, padres que ocultan a sus hijos su condición de adoptados. Además de escrúpulos, ello requiere que el aspecto físico lo permita. Josep Lluís Esteban, que conoce alguno, lo comenta sorprendido. Padre de dos hijas de 8 y 13 años adoptadas en Rusia, se le ve seguro del terreno que pisa: «En casa se habla del tema con toda normalidad». Ni se esconde, ni se magnifica, dice. Por ejemplo, un día la mayor pidió su certificado de nacimiento y se le mostró. La misma hija que vivió un duelo por su madre biológica: «No fue cosa de un día».
HOSTILIDAD Y SEGURIDAD / «No hay que esconder respuestas ni promover que se busquen. Es la niña o el niño quien tiene que hacerlo, no los padres», dice Esteban. Eso sí, «las preguntas se responden todas, en función de la información que se tiene y de la edad del niño».
C., que preserva su identidad, abunda en el miedo de los padres adoptantes a la competencia con los biológicos. Es madre de una niña de 9 años adoptada en México que suele aludir a su pasado, a sus padres biológicos, a que estaba mejor allí, a que no quiso ser adoptada, a que allí tenía teléfono móvil y era mejor tratada. Todo fábulas. Pero la lectura es positiva: «La psicóloga afirma que esa hostilidad demuestra un vínculo, prueba que la niña ya sabe que esta familia no la va a rechazar».
Fuente: elperiodico.com



Soy adoptado




Soy adoptado



Entre padres adoptivos e hijos adoptados se va creando poco a poco un vínculo y lo que más desean ambos es que sea lo más sano, sólido y consistente posible. Esto es, un vínculo de apego de tipo seguro.
Para que una relación cuente con características sanas y cubra las necesidades emocionales del pequeño de forma sensible y estable, es fundamental que las personas significativas para el niño calmen sus miedos y angustias dando una respuesta emocional adecuada en intensidad, forma, calidad, tiempo y cercanía. Si ponen nombre a lo que el niño siente y consiguen transmitirle tranquilidad, se sentirá seguro con respecto a sus figuras de apego. Esto es, él sabrá que aunque tenga miedo, sus papás le calmarán. Esta seguridad la irá interiorizando poco a poco y se convertirá en una persona segura de sí misma y con una buena autoestima.
Recordemos que esta relación se inicia en unas condiciones diferentes y complejas. El proceso de adopción es largo y costoso. Si empatizamos con los papás, probablemente sentiremos ilusión, incertidumbre, miedo, prisa, ganas de que llegue, sobre todo, mucha necesidad de paciencia y regulación emocional. Cuando ya esté aquí, la tarea no será menos dura: tocará conocerse, adaptarse y entenderse.
Es lógico que los papás sientan preocupación por el pasado del pequeño, por su salud y por cómo ha sido cuidado emocionalmente el tiempo que no ha estado con ellos. La calidez y adecuación de los primeros cuidados del bebé influyen sin duda en su desarrollo evolutivo. Los nuevos papás tratarán de vincularse con el pequeño de la forma más sana posible e intentarán reparar lo que no fue posible para él hasta ese momento.
La elaboración del duelo
El niño adoptado, en su corta vida, ya “se entera” de muchas cosas. Ha vivido encuentros y desencuentros absolutamente trascendentales para su desarrollo emocional y para su estructura de personalidad. Lo primero con lo que tiene que lidiar al aterrizar en su nueva familia es la elaboración de un duelo. Aunque sea muy bien recibido por sus nuevos padres, es normal que viva un poquito (y a veces mucho) de tristeza por las personas que hasta ese momento le estuvieron cuidando.
El pequeño no vuelve a ver a esas personas. Para él todo ha cambiado de repente: el lugar físico, las personas que le cuidan y hasta el idioma en que le hablan. Como mínimo, asustado se encontrará. En este momento es muy importante brindarle un vínculo de apego seguro, en el que las personas que son ahora sus cuidadores se muestren muy cálidas, accesibles y sensibles de forma estable y constante con las necesidades del pequeño, que son muchas. Los efectos del desencuentro no terminan cuando el pequeño está adaptado. Los niños adoptados  viven con una huella toda su vida: la del abandono. El inconsciente siente: “si mis padres biológicos me abandonaron, ¿por qué no lo van a hacer el resto de personas?” Huella desgarradora emocionalmente: la inseguridad en los vínculos. Pero siempre hay algo que se puede hacer.
Si los nuevos papás abordan de manera adecuada las situaciones de demanda de cuidados del niño, esta huella puede ir reparándose poco a poco, y el pequeño irá incorporando recursos para tolerar y manejar los efectos de la misma. Es muy importante estar atento a los cambios familiares importantes, a los momentos en los que el pequeño tiene que separarse de sus padres; estas pequeñas separaciones son movilizadoras del inconsciente, reviven algo ya sucedido en el pasado y muchas veces de carácter traumático.
Los papás deben poner un especial cuidado en situaciones de separación, como el primer día de cole, que alguno de los papás pase unos días fuera de casa por algún viaje, o incluso porque el pequeño va a algún campamento. Son situaciones que evocan en el inconsciente una separación del vínculo y pueden activar la huella emocional del abandono en el pequeño. Es por esto que debemos tener especial cuidado en estos momentos y responder de forma sensible a las demandas del niño de apoyo, cariño y protección.
La madurez de los padres es fundamental
Los papás perfectamente pueden establecer un tipo de vínculo de apego seguro con su hijo adoptado. Para que haya un buen vínculo, es cierto que pueden influir las características del menor, pero las que son determinantes son las características del adulto. Para lograr un vínculo de apego seguro es importante que los papás tengan capacidad para manejar y tolerar las dificultades y desencuentros que surjan en la crianza y que cuiden de su propia auto-regulación.
La madurez de los padres para poder hablar de las emociones y sentimientos que afloran entre vínculos que se generan ente los miembros de la familia son fundamentales. Es muy sano hablar de cómo nos sentimos con el otro: en los momentos buenos y en los difíciles.
En ocasiones los padres también tienen duelos por resolver. Es importante dejar espacio para sacar la emoción que han podido generar los acontecimientos no deseados que tienen que ver con la decisión de la adopción. En muchos casos, hay papás que eligen adoptar aún contando con la posibilidad de tener hijos biológicos, pero es cierto que la mayoría opta por la adopción porque otras vías no son posibles.No es fácil tramitar emocionalmente el duelo por la fertilidad, por lo que le hubiera gustado a la persona que hubiera podido ser la experiencia de ser padre o madre. Hay que darse un tiempo para que se resuelva el duelo y poder cuidar de uno mismo para poder encargarse del otro, del pequeñín que ahora viene a la familia y ya pertenece a ella.
Es una necesidad humana conocer nuestros orígenes
Sobre todo, naturalidad: “eres mi hijo y yo soy tu papá/ mamá”. Y vamos a darnos un poquito de tiempo para conocernos y adaptarnos los unos a los otros. Vamos a respetar que podemos ser diferentes en algunas cosas, pero el amor y el apego sano y seguro, poco entiende de diferencias: las respeta, las tolera y las acepta: Te cuido y te hago crecer desde lo que es bueno para tí, no desde lo que yo quiero que seas.
Tener un hijo buscado y deseado predice una buena salud vincular. Sin embargo, no es nada fácil a veces entender y abordar lo que ocurre. Si los papás cuentan con buena capacidad para el vínculo sentirán “suyo” al pequeño y a éste le ocurrirá igual que a sus papás. Es cierto que vendrá una etapa en la que tendrá que conectarse con las emociones que le genera el hecho de ser adoptado. Es una necesidad humana conocer nuestros orígenes. Y los niños adoptados tienen que pasar por un proceso emocional de aceptación de su historia vital. Surge aquí otro duelo por sus padres biológicos. Es importante entender y escuchar la necesidad del pequeño de saber en un momento de su vida, de poder preguntar “porqués” sobre su historia con naturalidad. Es importante que en estos momentos los papás adoptivos no se sientan amenazados. Ellos son los padres del pequeño y sus figuras de apego, pero él necesita saber de sus orígenes.
Poco a poco, y al ir cubriendo de forma empática y sensible las necesidades del niño, el hijo adoptado, cada vez tendrá más recursos para poder manejar, abordar y eliminar las ansiedades lógicas de su situación.
Por Esther Gómez García-Romeral
Fuente: http://blogs.elconfidencial.com

España, tercer país en adopción de niños rusos en 2012




España, tercer país en adopción de niños rusos en 2012




España fue el tercer país que adoptó más niños rusos en 2012 con un 20 por ciento del total, sólo por detrás de Italia (27 %) y Estados Unidos (24 %), informó hoy el Tribunal Supremo de Rusia.
Estos tres lideran la lista de países cuyas solicitudes fueron satisfechas por los tribunales rusos el pasado año, condición indispensable para poder llevar a cabo una adopción internacional en este país, según informa la agencia oficial RIA-Nóvosti.
Además, Francia formalizó un 10 % de esos tramites judiciales de adopción; Alemania, un 5 %; Israel, un 4 %; Canadá, un 2 %, y Suecia, un 1,4 %.
Tradicionalmente, EEUU encabeza con gran diferencia la lista de adoptantes, pero la decisión rusa de prohibir las adopciones por familias norteamericanas, ley que entró en vigor este año, pero fue promulgada en 2012, motivó un brusco descenso en las cifras.
En el caso de España, el número de adopciones no ha dejado de descender desde el endurecimiento de los requisitos burocráticos, a lo que se suma el estallido de la crisis económica.
Según fuentes oficiales rusas, España había acogidos 712 niños rusos en 2011, cuando en años anteriores esa cifra llegó a superar con creces el millar anual.
A partir de ahora, según informó a Efe el Defensor del Menor ante el Kremlin, Pável Astájov, los únicos países que podrán adoptar niños rusos son aquellos que hayan firmado acuerdos bilaterales con Rusia.
Al respecto, el ministro de Exteriores Serguéi Lavrov aseguró recientemente ante la Duma o cámara de diputados que España será el próximo país en firmar un acuerdo de adopciones con Rusia.
Rusia se propone reducir con el paso de los años el número de niños que son entregados a padres extranjeros, en favor de familias rusas, aunque en este país no hay tradición de adopción infantil.
El número de niños huérfanos registrados oficialmente en Rusia ascendió el pasado año a 118.000, cuando en 2011 eran 74.400, según informó la viceprimer ministra rusa, Olga Golodets.
Según cifras oficiales, unos 6.500 niños rusos fueron adoptados el año pasado, 2.600 de ellos por familias extranjeras.
Fuente: ABC

El divorcio y los niños adoptados




El divorcio y los niños adoptados



El divorcio y los niños adoptados, no  hay mucho escrito sobre este tema, pero hemos encontrado esta entrada del blog “Hijos de mamá y papá” que habla un poco sobre ello.
Permítanme comenzar con una verdad clara e incuestionable: la custodia exclusive pone en peligro el vínculo entre los padres adoptivos y sus hijos adoptados.
Para nosotros, padres de hijos adoptados, el divorcio después de la adopción trae una forma especial de tragedia que se añade a la ya trágica condición de vivir sin nuestros hijos. Me he referido anteriormente en este blog al caso de Beck v. Beck por varias razones. Este caso sienta un precedente para los casos de custodia compartida, estableció la primacía de la custodia física como el factor que define las relaciones paterno-filiales, y estableció que los niños tienen igual necesidad de sus padres y madres. De todas formas, tengo otra razón mucho más personal. En este caso lo que está en disputa es la custodia de niños adoptados.

Mientras que tener hijos es siempre una bendición, ser, como en mi caso, incapaz de tener hijos biológicos y recibir el regalo de un hijo adoptivo, es un privilegio muy especial. Este hijo nunca es un accidente, una consecuencia no planificada: este hijo ha sido escogido por el amor de sus padres. No trataré de explicar aquí cuántos y cuán hermoso son los sueños de un padre que adopta un niño. Tampoco trataré de explicar el profundo y tierno amor que los padres adoptivos desarrollan por sus hijos. No obstante, ciertamente trataré de subrayar la importancia de la custodia física para los padres de hijos adoptados.
El hecho que le permite a la gente adoptar como suyos a los hijos de otras personas, es que lo que realmente hace a un niño tu hijo es que ella/él ha sido criado por ti, y lo que hace a alguien tu padre/madre es que él/ella te crió, y por criar me refiero al tipo de contacto diario que sólo la custodia física puede proveer.
Aún cuando los hijos adoptados llegan a conocer a sus padres biológicos, los niños considerarán padres sólo aquellos que los han criado. Este hecho implica una verdad que debe ser considerada aquí: que en la ausencia de una línea de sangre entre un padre y su hijo, como en el caso de los niños adoptados, compartir la dinámica del día a día es lo que crea el vínculo entre ellos. Para un padre adoptivo, la custodia física de su hijo no es una de las maneras de crear un vínculo con su hijo, es la única manera. Beck v. Beck afirma esta singularidad de los niños adoptados, diciendo:
…que porque las niñas eran adoptadas, ellas necesitaban “el beneficio, el contacto, y la seguridad de ambos padres”. 86 N.J. 489 (1981)
Beck v. Beck advierte en contra de poner en peligro este apego entre las niñas adoptadas y su padre:
Viendo este asunto en términos de la importancia del padre en las vidas de las dos niñas, (la corte) concluyó que la falta de contacto real con el padre tendría efectos negativos en su desarrollo, particularmente porque las niñas son adoptadas. 86 N.J. 492-93 (1981)
Privar a los niños adoptados de uno de sus padres, como las cortes de familia usualmente hacen en los casos de custodia, les quita por segunda vez lo que la vida ya les ha quitado una vez: el amor, el confort, y la seguridad que sólo sus padres y madres les pueden dar.
Fuente: http://hijosdemamaypapa.blogspot.com.es

lunes, 6 de mayo de 2013

Familias de acogida y el día de la madre. Associació de families adoptants de la Safor


Familias de acogida y el día de la madre.




Existen niños para los que la infancia no es sinónimo de alegría y crecer es un camino de piedras. Y existen personas que les tienden su mano para ayudarles a avanzar. En el día de la Madre, damos voz a seis de esas mujeres que cuidan a menores en algún rincón del mundo como si fueran sus propios hijos.

Begoña Amate: ‘Con nosotros experimenta lo que es ser querido’

Refugiada en los brazos de su hermana mayor, Elena (nombre ficticio), de 19 meses, mira con atención a los desconocidos y les regala una sonrisa. Su madre de acogida, Begoña Amate, observa a su “princesa” con inmenso cariño. Los pasitos que da ahora entre el reconocimiento de los que la rodean son el resultado del esfuerzo y de su dedicación en exclusiva a esta pequeña “con necesidades especiales”.


    exclusiva a esta pequeña “con necesidades especiales”.
Ella, junto a su marido, Francisco Gómez y sus dos hijas adoptadas Amaia y Victoria, son una de las 13 familias de acogida de urgencia de la Comunidad de Madrid . En cualquier momento pueden recibir una llamada para que acudan a recoger a un pequeño -desde recién nacidos a niños de tres años- que no puede permanecer en ese momento con su familia biológica. A Elena, el tercer bebé que cuidan, la recogieron con tan sólo siete días.
Desde el 2010 esta pareja tiene una habitación preparada de forma permanente para recibir a un bebé y cuando llega le atienden física y emocionalmente como si fuera propio. Esta entrega surgió por un “nuevo deseo de maternidad”. Durante un viaje a Italia con la asociación Familias de Acogida escucharon en un documental testimonios de personas que realizaban este tipo de acogimiento y descubrieron una labor que les daba la oportunidad de mostrar también su “agradecimiento”. Alguien cuidó de sus hijas en Ucrania antes de que llegaran a sus vidas hace siete años, recuerdan. Y ellas, con 13 y 15 años, valoran especialmente la importancia de que esos bebés tengan desde que nacen una familia porque las dos crecieron en una institución. La delicadeza con la que la menor trata a la pequeña Elena es reflejo de ello.
“Qué suerte tienen estos niños”, le dicen con frecuencia a Begoña. Y ella, sin dudar, responde: “No, qué suerte tenemos nosotros de que podemos contar con estos nuevos hijos”. Pero son hijos que se marchan mucho más temprano que el resto. Habitualmente los bebés están unos seis meses con sus familias de acogida de urgencia, pero Elena, por las dificultades a las que ha tenido que enfrentarse, entre ellas una operación quirúrgica, ha permanecido más tiempo. “Es la abuelita del programa”, bromea Begoña.
La próxima semana conocerá a sus “nuevos papás” (de acogida permanente) y tras un mes de adaptación se marchará con ellos. Las familias de acogida de urgencia tienen muy presente desde el primer momento que es una medida transitoria hasta que se decide el futuro del bebé -si vuelve con su familia biológica, es adoptado o acogido de forma permanente- y que los pequeños se irán: “Nunca nos podemos quedar con los bebés. Les acompañamos un tramo, no toda su vida”. Y ese tiempo, aunque “no le arreglas la vida” pero “sí puede experimentar lo que es ser querido”.

Elena Marigorta: “Tenemos que ayudarle a crecer como personas”

Para esta mujer de sonrisa permanente y entusiasmo contagioso, el acogimiento es una forma de vida. Desde que se casó, ha abierto las puertas de su vivienda a personas mayores o jóvenes con necesidades y les ha atendido durante unos días. Y ríe cuando recuerda lo que su madre le dice frecuentemente: “Siempre tienes la casa llena. ¿Quién toca ahora?”.
Y hace siete años “tocaba” una madre adolescente que atravesaba un momento de gran dificultad. “Sola, desorientada” y con un bebé recién nacido encontró en la casa de Elena Marigorta una familia, pero tras seis meses de una complicada convivencia decidió marcharse y dejar a su pequeño allí segura de que Jorge (nombre ficticio) crecería mejor junto a ella que a su lado. Elena y su marido regularon esa situación y comenzaron un proceso de acogimiento permanente con el deseo de “ayudarle a crecer como persona” sin que pierdan sus vínculos con su familia biológica, con la que el futuro podrían regresar.
Tres años después, esta pareja, con dos hijas biológicas de 22 y 19 años, aumentó su familia con la llegada de Pablo (nombre ficticio), un bebé de diez meses, a quien recogieron en una residencia. “Venía con problemas” y ahora es un “elemento” de cuatro años que no para ni un solo momento, dice feliz. Mientras ella habla, él y su hermano corren y juegan al fútbol y disfrutan de la pequeña tregua que dio la lluvia a Madrid en aquel día gris de abril.
Con la acogida, asegura Elena, trata de “devolver al resto de la sociedad” lo que ella ha tenido, una “familia fantástica”. Durante esta experiencia, aunque “se pasa por momentos difíciles”, siente que se ha fortalecido la relación entre todos los miembros de su familia. “Te enseña mucho”, asegura, porque “todo lo valoras de forma distinta”. Y todos los días al despertar se lo recuerda a sus cuatro hijos: “Buenos días, qué suerte tenemos, empezamos un nuevo día juntos”.

María Estrella: ‘Soy parte de esto. Es mi vida. Es mi familia’

“Si volviera a nacer volvería hacer exactamente lo mismo que hago ahora”, asegura sin dudarlo un segundo María Estrella, enfermera que trabaja para la ONG Plan desde hace más de 18 años en las zonas de Cañar y Loja, en Ecuador. “Bueno, con más amor aún”, continúa, como si eso fuera posible. Actualmente, es coordinadora de Protección contra el maltrato y la violencia sexual y desempeña su labor directamente con niños y adolescentes que sufren esta problemática, aunque para realizar bien este trabajo, Estrella tiene que pasar inevitablemente por el trato con los adultos.
Todos en las comunidades respetan y reciben con cariño a esta mujer que cuando empezó a trabajar en Plan lo único que tenía era “su maletín, una mochila y un palo” para sostenerse al caminar. Se tiraba horas y horas en los caminos para llegar a las comunidades indígenas y poder atender a los enfermos. “A mí no me importaba ni la lluvia, ni el sol, ni el cansancio, lo más importante era ver cómo te recibía la gente completamente entusiasmada”. Prácticamente sin medios, Estrella ayudó a traer a este mundo a muchos niños y salvó la vida a otros tantos. Sin embargo, también recuerda a los que no pudo auxiliar: “lo más triste es a los niños que he visto morir. Tengo grabado en la memoria el pequeño con neumonía que murió prácticamente en mis brazos. Nada se pudo hacer”, recuerda casi para sí misma como el ejemplo del fracaso que marca.
Sin embargo, son muchas las batallas que ha ganado María Estrella trabajando día tras día como esa madre preocupada por la entrada de sus hijos al mundo de los adultos. Ella reúne a los chavales de entre 9 y 19 años de los pueblos para darles una buena educación sexual. Para eso tiene que lidiar contra una tradición machista que obliga a la mujer tras quedarse embarazada a casarse, aunque sea prácticamente una niña, ejercer de ama de casa y abandonar la escuela. Casos muy comunes y que van unidos normalmente a los malos tratos. “Poco a poco las cosas han ido cambiando. Muchas niñas terminaron el colegio, ahora son mujeres y líderes de su comunidad, trabajando conmigo han aprendido, han avanzado y han podido decir no al maltrato. Ahora ellas están formando a otras”, explica orgullosa María Estrella, que durante estos años ha preparado a más de 1.200 voluntarias y que cree que “como mujeres somos más fuertes de lo que pensamos, y podemos crear no sólo un mundo nuevo, sino dos enteros si nos lo proponemos”.
Pese al afecto y el respeto de la gente, no todo ha sido fácil para esta especie de madre sabia a la que todos escuchan. “Tuve problemas con mi hijo mayor y pensé qué pasó, ayudo a tantos niños y qué pasó con el mío”, se preguntaba hace años cuando su hijo biológico cayó en el mundo de las drogas. Se apoyó en las mujeres que tenía más cerca y “con las madres de las comunidades lloraba y ellas conmigo y con ellas aprendí a ser más fuerte; a ver los problemas con una solución detrás”, asegura aparentemente repuesta del sufrimiento y con fuerza para seguir luchando. Es esa energía, esa pasión que le pone a su quehacer diario lo que ha propiciado que muchas niñas en las comunidades lleven su nombre. Cuando llega a los pueblos la gente la saluda, la abraza, le muestra cariño y reconocimiento. Y ella siente que es ese amor lo que la alimenta. “Siento que soy parte de esto. Es mi vida. Es mi familia”, concluye feliz.

Rosalba Morales: ‘Siento que hago una labor de madre’

El despertador suena muy temprano en la casa de Rosalba Morales. A las cinco de la mañana comienza a recibir a los 16 niños de los que se hace cargo en su propio hogar. Ella es una madre cuidadora de las 140 que hay en las Casas de Cuidado Diario Infantiles en Chihuahua (México), proyecto apoyado por Unicef desde sus inicios.
“Tengo niños desde un año y medio hasta los seis. Los mayores de tres los llevamos al colegio a las 9 de la mañana y los recogemos a las 12. Luego les damos el almuerzo, les ayudamos con los deberes del cole.… Lo que haga falta hasta que los recojan sus mamás, las de verdad, a las cinco de la tarde”, resume Morales un día cualquiera en su vida como responsable de estos pequeños.
El hogar de Rosalba se ha convertido en una Casa de Cuidado Diario para dar atención y cuidado a los niños de madres trabajadoras que no tienen donde dejar a sus hijos. Ella, madre biológica al mismo tiempo –”tengo tres hijos; mi hija tiene 20, uno de 15 y uno de cuatro que ha crecido dentro de la guardería instalada en mi casa”- entiende la importancia de que “los niños a edades tan tempranas no se sientan solos o desprotegidos cuando sus papas están trabajando”. Y es ahí cuando entra en juego Rosalba. No sólo les ayuda con las tareas del ‘cole’ o da clases ella misma a los más chiquititos, también les prepara el almuerzo, les escucha cuando es necesario y les da todo el cariño que necesitan para que se sientan como en su propia casa y no echen de menos a la figura materna.
Lleva más de ocho años abriendo las puertas de su hogar a niños que la necesitan. Su mayor satisfacción sigue siendo “ver la sonrisa de los niños” y, con el paso del tiempo, comprobar que los pequeños que estuvieron a su cuidado la saludan con mucho cariño. “Tienen un buen recuerdo de mí y eso es porque tuvieron un buen crecimiento dentro de mi casa. Eso es para mí lo más gratificante”, asegura esta madre cuidadora, como las llaman en la propia organización, para concluir: “Sí, siento que hago una labor de madre con estos niños”.

Ilse Robledo: ‘Ayudarles siempre vale la pena’

Todos los días Alejandro, de cinco años, le trae una flor que arranca de camino a casa; Dévora, de 10, le escribe tarjetas y cartitas y Miguel, el mayor de 17 años, le regala dibujos con “todo el cariño” . Ilse Robledo siempre está presente para ellos, como los seis -también Álex, de 14 años, Victoria, de seis y Micaeli, de cuatro – lo están en cada momento para esta boliviana de 53 años.
Convive con ellos, les alimenta, les educa y atiende sus necesidades, físicas y emocionales. Es una de las madres SOS de Aldeas Infantiles que “acompaña” en su día a día a niños en situación de desamparo para que tengan esa infancia y esa familia a la que “tienen derecho”. Y el camino no es fácil. Son menores que son separados de sus padres biológicos y que han sufrido “experiencias trágicas y lamentables”. “Cada uno trae una realidad diferente y un carácter distinto” y tienen que convivir con “personas que no conocen”.
Ilse Robledo llegó a su vida hace tres años, cuando comenzó a trabajar con esta organización después de buscar durante mucho tiempo una ocupación orientada a la ayuda social. Y lo hace con total dedicación. Reside con seis niños en la aldea de El Escorial (Madrid) y libra dos días a la semana, en los que la sustituyen las dos personas de apoyo que comparten habitualmente tiempo con los niños. Y son esos miércoles y jueves los comparte con la familia que tiene “fuera”-su marido, su hijo de 33 años y su nieto-, a la que tuvo que “renunciar” para formar una distinta que le requería exclusividad plena. Aunque pudo hacerlo, eso sí, porque contaba con su apoyo. “No habría podido elegir entre unos y otros”, reconoce.
“Yo quiero que seas mi mamá”, le dicen en ocasiones los más pequeños. Y se enternece, pero ella tiene claro que ellos tienen “ya una madre y no pretende suplirla”. En medio de la rutina diaria, junto a las comidas, los deberes y los juegos, Ilse trata de darles la seguridad, la confianza y la estabilidad necesarias para su desarrollo personal y de la que carecían. Pero también, como en cualquier familia, hay momentos en los que asaltan las dudas.
Recuerda una ocasión en la sintió que uno de los adolescentes “le faltaba al respeto” y se planteaba con tristeza en qué había fallado como educadora. Recibió entonces la llamada de Yoni, uno de los jóvenes con el que había convivido hasta que cumplió la mayoría de edad. Una sola frase de él le devolvió la confianza y la fuerza para seguir adelante: “Ilse, eres la mejor educadora de he tenido”.
Se lo dijo a ella en aquel momento y lo repite sin dudarlo un instante cuándo se le pregunta por lo que significa Ilse para él. “Siempre me ha demostrado que me quería”, explica este joven de 19 años al otro lado del teléfono. Pequeños gestos como acercarse a su habitación para hablar con él cuando le notaba triste crearon una relación de confianza y cariño, que aún hoy, lejos de esa vivienda en el Escorial, se mantiene.
“Es muy difícil controlar los sentimientos, hay que tratar de no implicarte tanto que al final te afecte pero tampoco ser indiferente”. Como cuando se marchan, un momento que no es fácil. “Han pasado muchos niños que se han ido yendo por distintas circunstancias”, explica, pero “aunque estén lejos o estén cerca, ellos ya forman parte de mi vida hasta la muerte. Esto es lo que he anhelado siempre. Aunque lo pases mal, ayudarles siempre vale la pena”.

Elisabet Ruiz: ‘Sólo los niños dan abrazos porque sí’

Elisabet no tiene hijos pero ejerce de “mamá y de papá” desde hace cinco años todas las tardes en la ludoteca Colorearte de Save the Children en Leganés . Familias con dificultades llevan al centro a sus hijos de entre 4 y 12 años cuatro horas a la semana de forma gratuita. Algunos niños vienen derivados de Salud Mental porque sufren problemas de adaptación.
Allí aprenden a socializarse a través de diversas actividades y se reservan espacios para que puedan expresar sus emociones o pensamientos. Y muchos de ellos, sobre todo los mayores, han creado en este tiempo un vínculo especial con esta joven maestra de 31 años, a la que buscan para contarle confidencias, preocupaciones o incluso si necesitan ayuda. Y cuando se ausenta rehuyen incluso al compañero que la sustituye porque “no quieren estar con otros”.
Su implicación también les da a esos niños nuevas oportunidades. Como la ocasión en los que decidió llevárselos a la piscina o al cine y descubrió a través de sus caras de “alucinación” que muchos de ellos nunca había tenido la posibilidad de hacerlo. Pese a que más días de los que quisiera se “lleva las preocupaciones a casa”, habla con entusiasmo de un trabajo que considera enormemente “gratificante”. Y entre otras muchas cosas y especialmente, por esos “abrazos que sólo los niños dan porque sí”.
Fuente: El Mundo del siglo XXI

jueves, 11 de abril de 2013

Mamá, quiero conocer a mis padres.





Enfrentarse al hecho de explicar a tus hijos que tú no eres su padre biológico, y las preguntas que éstos seguro te harán –quiénes son mis padres, por qué me abandonaron, de dónde eran, etc.- es un momento duro y difícil
En los últimos años, ha aumentado considerablemente la demanda de personas adoptadas que buscan conocer sus orígenes. Al principio, se consideraba esta búsqueda como un fracaso en la adopción, pero hoy en día, hay un amplio reconocimiento de que la demanda responde a un interés creciente de los adoptados y que la sociedad, la Administración y el Derecho han de darle respuesta.

En el estudio realizado por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), “El derecho del adoptado a conocer sus orígenes en España y en el Derecho comparado”, se revelan interesantes detalles sobre este tema, entre ellos, las motivaciones que llevan a los adoptados a buscar sus orígenes biológicos.
Características de los solicitantes
Según una encuesta realizada por algunas Comunidades Autónomas, el perfil típico de los solicitantes es el propio adoptado, con una edad entre 18 y 30 años. Aunque también es bastante frecuente que la solicitud provenga de algún hermano o hermana biológicos y, en menor medida, por parte de los progenitores.
Entre los motivos principales destacan, la búsqueda de información en torno a su “historia hasta el momento de la adopción”, “conocer a su madre” o “saber si tiene hermanos”. También son muy similares los motivos que empujan no ya al adoptado, sino a algún miembro de su familia biológica: en once Comunidades Autónomas se señala que es el deseo de saber qué ha sido del adoptado (ya sea hijo, hermano o nieto del solicitante). El acceso directo por parte del interesado es la forma más frecuente de acercamiento a la Administración responsable de los expedientes de solicitud.
¿Qué ocurre en otros países?
En los Estados Unidos impera la regla general de la confidencialidad de los expedientes de adopción. Sin embargo, tal regla se ve excepcionada por el denominado sistema de Registro de Voluntades. Se trata de un registro en el que las partes implicadas en el proceso de adopción y, especialmente, los progenitores, pueden registrar su voluntad a favor o en contra de que en el futuro se permita al hijo dado en adopción la identidad de los padres biológicos.
En Inglaterra y Gales, la Adoption Act de 1976 concede a los adoptados mayores de edad el derecho a obtener una copia de su certificado de nacimiento con los datos referentes a su nombre original, lugar de nacimiento, los nombres de sus progenitores y dirección de los mismos al tiempo del nacimiento, lo que permite el inicio de investigaciones al respecto.
En el ordenamiento francés, está fuertemente arraigada la figura del parto anónimo, que no es más que el reconocimiento de un derecho “absoluto” de la madre a negar su maternidad.
El Derecho italiano acoge una solución que podría calificarse de intermedia. Aunque no reconoce la figura del parto anónimo, en el supuesto de filiación ilegítima, la determinación de la filiación materna depende de la voluntad de la madre, a diferencia de la legítima.
El Derecho alemán se configura como uno de los más abiertos en lo relativo al reconocimiento del origen biológico del adoptado. Este derecho tiene carácter constitucional, por lo que se encuentra incluido en el “derecho general de la personalidad” dentro de la Constitución. Ni admite la figura del parto anónimo, ni que la maternidad se determine dependiendo de la voluntad de la madre. Todo depende del adoptado.
¿Qué pasa si encuentra a su familia biológica?
A muchos padres adoptantes les preocupa que sus hijos lleguen a encontrar a su familia biológica y la quieran conocer, ya que pone en peligro la unidad familiar creada hasta ese momento. ¿Cómo afectará al niño el conocer a sus padres biológicos? ¿Disminuirá su amor por los padres que le adoptaron? ¿Querrán sus padres biológicos conocerle a él?
Algunas de estas preguntas las responde un estudio de la Children´s Society, una de las agencias más grandes de adopción de Reino Unido, que revela datos significativos sobre las consecuencias de los contactos entre los adoptados y sus familias biológicas.
De los que recibieron información concreta sobre su familia biológica, un 85% tuvieron contacto con uno o más de sus familiares de origen, la mayoría con su madre y un 58% también con sus hermanos. Casi todos los adoptados hicieron los primeros contactos por carta o por teléfono y muy pocos “cara a cara”.
Sobre la satisfacción de dicho contacto, un 36% afirmaban sentirse “con amigos”, un 29% señalaban que “inmediatamente se sintieron como familia”, un 14% se sintieron extraños o no se habían sentido bien, y un 11% tenían sentimientos confusos. Un 7% renegaban de su familia biológica y no quisieron conocerla, y un 3% decía sentirse “liberado” tras la reunión.
Respecto a los contactos posteriores al primer encuentro, la mayoría de los adoptados mantuvieron algún tipo de relación con su familia biológica.
¿Y si son los padres biológicos los que buscan a su hijo?
En España, la Ley sobre Adopción implica la ruptura de todos los vínculos familiares y jurídicos con los padres naturales, a la par que se constituye un vínculo familiar y jurídico entre el adoptado y el padre o la madre adoptante. Eso significa que los padres biológicos pierden todos sus derechos sobre sus hijos, incluido el de buscarlos y verlos y, por supuesto, reclamarlos.
La única excepción se produce si el adoptado es hijo natural del cónyuge del adoptante, aunque el consorte hubiera fallecido, o cuando sólo se haya determinado uno de los progenitores y el adoptante sea de distinto sexo de tal progenitor, siempre que lo soliciten el adoptante, el adoptado mayor de doce años, y el progenitor cuyo vínculo haya de subsistir.
Distinto es el caso de los padres pre-adoptivos, aquellos que tienen en acogimiento a niños considerados como desamparados por las administraciones públicas, en cuyo caso los padres biológicos aún tienen el derecho de reclamarlos, y por lo tanto de verlos, aunque los padres pre-adoptivos también tienen el derecho de luchar por su tutela.
Fuentes: “El derecho del adoptado a conocer sus orígenes en España y en el Derecho comparado”, de las profesoras de la UCM Leticia García Villaluenga y María Linacero de la Fuente.